Por: Dallet Laguna
Hay tardes que me gusta sentarme en mi sillón rosado y sumergirme en el mundo de Anthony Browne, una pequeña colección que cada año crece, donde me recuerda que para leer se necesita observar cada detalle. Fue un verano donde conocí a Browne a través de su cuento “Cosita linda”, sus cuentos están repletos de detalles inesperados y sorpresas maravillosas.
En alguna oportunidad en una entrevista digo que “necesitamos aprender a mirar”, es decir aprender a tomarnos el tiempo de mirar las cosas cotidianas que damos por sentadas. Y lo comento ya que sus ilustraciones son de chimpancés y gorilas, muchos piensan que lo realiza por la teoría de Darwin que descendemos del mono. Pero el escritor e ilustrador deja claro que no existe una razón consistente por la que use gorilas y chimpancés en sus personajes: siempre depende de cada libro. Lo que le gusta de verdad acerca de los simios como sujetos es su universalidad. Los simios sobre los que escribe son personas en todo salvo en su apariencia. Se comportan como personas, hablan como personas y se visten como personas; así y todo, al verlos, son claramente animales disfrazados de personas.
Cree que deberíamos recordar el hecho de que las personas somos esencialmente primates también: nuestra composición genética es casi idéntica, nuestros deseos e instintos son iguales, y ni siquiera nos vemos tan distintos. La universalidad de los personajes simios asegura la posibilidad para todos los niños de identificarse con ellos.
Usa muchas ilustraciones, es ahí donde es muy común entre los adultos (profesores, padres, familia) pensar que los libros con muchas ilustraciones son para los niños que no saben leer. Existe una tremenda presión sobre los niños para que no hagan caso de los dibujos y se metan en las palabras, como si esto fuera una parte esencial de la educación y la madurez. Las ilustraciones en los libros aumentan el placer de leer, y es solo a través del placer de leer que crearemos verdaderos lectores: “lectores que amen los libros”.

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